Santa Águeda
Santa Águeda de Catania fue una virgen y mártir del siglo III, según la tradición cristiana.
En tiempos de persecuciones contra los cristianos decretadas por el emperador Decio, el gobernador Quinciano, se propone enamorar a Agueda, pero ella le declara que se ha consagrado a Cristo, en venganza por no conseguir sus placeres y para hacerle perde la fe y la pureza, el gobernador la envía a una casa de mujeres de mala vida regentado por una mujer llamada Afrodisia, donde milagrosamente Águeda conserva su virginidad. Aún más enfurecido, ordenó que torturaran a la joven y que le cortaran los senos.
Esa noche se le aparece el apóstol San Pedro y este curó sus heridas. Águeda siguió siendo torturada y fue arrojada sobre carbones al rojo vivo en la ciudad de Catania, Sicilia (Italia). Mientras se quemaba iba diciendo en su oración: «Oh Señor, Creador mío: gracias porque desde la cuna me has protegido siempre. Gracias porque me has apartado del amor a lo mundano y de lo que es malo y dañoso. Gracias por la paciencia que me has concedido para sufrir. Recibe ahora en tus brazos mi alma». Y diciendo esto expiró. Era el 5 de febrero del año 251.
Según cuentan el volcán Etna hizo erupción un año después de la muerte de la Santa en el 252 y los pobladores de Catania pidieron su intervención logrando detener la lava a las puertas de la ciudad. Desde entonces es patrona de Catania y de toda Sicilia.
También se recurre a ella con los males de los pechos, partos difíciles y problemas con la lactancia. En general se la considera protectora de las mujeres. Es la patrona de las enfermeras y fue meritoria de la palma del martirio con la que se suele representar.